martes, 10 de agosto de 2010

Espiritualidad para un mundo global

La humanidad ha ido inventando formas cada vez más complejas para satisfacer sus necesidades. Las economías, las políticas, las ciencias, las religiones, las artes...
Las necesidades humanas son básicamente las mismas, desde el aborigen a tipo más sofisticado de cualquier sociedad... Tener seguridad y no temer, comer y beber, vestido, cobijo... El resto son deseos fabricados artificialmente por el miedo y la ignorancia.

La espiritualidad, que no las religiones, es un fenómeno común a todos los humanos. Las formas son tan variadas y distintas como humanos respiran en nuestra atmósfera. Todo el mundo cree en algo. Hasta los criminales más complicados tienen creencias, aunque sea asesinar, robar, o manipular la naturaleza para que sirva a sus deseos egóticos. Las mafias tienen su ley propia, como los proxenetas, los tiburones de las finanzas, los manipuladores genéticos, los corporativismos de todo tipo (religiosos, militares, políticos, educativos...).
Los problemas existen como han existido desde siempre, por el egoísmo, por el corporativismo, por sostener con aferramiento el empeño de que el mundo y su contenido se ha de dominar y adaptar a los gustos, deseos y opiniones de uno mismo o de su corporación, evidentemente dueña de la verdad absoluta. Esta versión egoísta ya viene de los principios de la cultura judía, cuando en el libro del Génesis se dice que el dios )de los que se aferran a creer en un dios amo de todo), le regala a Adán y Eva la naturaleza para que la subyugue y use a su favor. Eso significa una separación del hombre con la naturaleza, al igual que un niño empieza a tener sensación de un YO por diferenciación con lo OTRO.. Los padres, el entorno, etc. a medida que desarrolla la capacidad de la palabra.

Místicos de todas las religiones, artes y ciencias superaron el corporativismo de su propia religión, arte o ciencia y recuperaron conscientemente la libertad de si mismos, de su programación mecánica, sensorial, sentimental, intelectual, social e ideológica.

Un mundo global como el actual necesita de una espiritualidad global. Una forma que ayude a superar y armonizar las diferencias en vez de buscar acabar con la diversidad a favor de un modelo único excluyente. Ya se ha intentado desde diversos imperios, desde Alejandro Magno hasta Bush, pasando por los católicos españoles, los nazis alemanes, los fanáticos islamistas y personalidades imperialistas de todo tipo y color. Todos los anteriores, para dominar, se basaban en el poder del fuego, la sangre y las ideologías religiosas impuestas.

En este mundo global se trata, además de los conflictos entre humanos por sus egoísmos, de la última batalla del imperialismo egoísta humano contra la naturaleza en todo el planeta. El problema es que la naturaleza pasa totalmente de religiones, ideologías políticas, sentimentalismos familiares, modas culturales, etc. No se deja subyugar por el ego humano. Existe mucho antes de los humanos y seguirá existiendo mucho después. Le trae sin cuidado si hay chocolate para todos.

¿Cómo podría ser esa nueva espiritualidad del mundo global?
Que conserve y respete la diversidad.– Está muy bien la herencia de culturas, religiones, artes, ciencias, etc., que hemos recibido de nuestros antepasados. Lo que no está bien es que unas pretendan dominar a la fuerza. Se inventaron para ayudar. Se trata de que ayude a la paz, la salud, la justicia, etc. en el planeta y no solo a los acólitos. Hay que sentar a los dioses de todos y ponerlos a currar por la paz, la salud, la justicia, etc. De vez en cuando hay que ponerlos a bailar y divertirse juntos.
Que respete la naturaleza humana y el medio ambiente. La naturaleza humana es anterior a los inventos o creaciones humanas. Una cabeza, dos brazos, dos piernas, un corazón... No son inventos humanos. El aire, el agua, la tierra, los vegetales... Tampoco son inventos humanos. Si no vivimos en armonía con la naturaleza, sea interior o exterior, estamos en conflicto permanente. La espiritualidad global ha de ser corporalistas y no meramente conceptual o imaginativa. Ocuparse de la alimentación, la agricultura, la industria, las fuentes de energía, etc., con respeto al medio ambiente, como lo más sagrado que somos, más sagrado que las religiones o los dioses y mitos personales, culturales o sociales desarrollados con el poder de la palabra.

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