No me he cambiado a una secta
dogmática, no, al escribir en un blog macrobiótico algo sobre espiritualidad.
Es un cálido y radiante día de
abril. Toda la semana ha habido un clima muy agradable que invitaba a moverse,
organizar y hacer cosas. Acciones en el huerto, acciones en las casas, en la
calle… Las abejas han regresado y se hacen notar. Las flores también han
regresado: los cerezos, las borrajas, las lilas, las violetas, los lirios… y
muchas otras a las que no sé poner nombre. La sangre va recorriendo mi cuerpo
con energía renovada, transportando las hormonas de placer que se generan en mi
pituitaria ante los estímulos sensoriales que no he buscado ni comprado,
simplemente los esperaba, recordando los ciclos naturales. Una vez más me son
regalados sin el más mínimo esfuerzo.
Ya es junio y retomo este texto
pues tengo el regalo de otros días de agradable soledad, con un calor mucho más
evidente. La energía “madera o árbol” de la primavera va dando paso a la
energía fuego del más cercano verano. Todavía predomina madera y con ello la
temporada de acciones de preparación y organización, como hace nuestro hígado
en nuestro cuerpo con la sangre todo el año, pero más en esta estación.
La vida urbana no facilita nada
observar los cambios naturales fuera y dentro nuestro. Tampoco facilita el
esperar a que las cosas vayan ocurriendo con poco esfuerzo y violencia; que
ocurran a ritmo natural. De todos modos ocurren así. Mayo siempre ha sido un
mes punta de protestas intentando reorganizar la política social, por ejemplo.
Solo pasa en los climas de 4 estaciones del hemisferio norte. En el hemisferio
sur de la tierra tiene un ciclo al revés que en el norte.
¿Escribo una apología de la
soledad o de la espiritualidad? Si y no.
Si se pasa mal por no poder estar
conectado todo el tiempo con otros a través de una máquina hay algo que falla.
También falla algo si se desea estar solo todo el tiempo.
La macrobiótica trata de vivir
con satisfacción, o, al menos, aceptación, en el cambio continuo. Tanto los
tiempos de soledad como los de alterne social tienen su encanto, interés,
utilidad y sentido espiritual. Si aprendemos a incluir a nuestro entorno
natural en nuestro entorno espiritual o emocional nunca sentiremos la sensación
de soledad. Siempre nos acompañan los bichos, animales, vegetales y minerales.
A fin de cuentas, somos lo mismo que esos… un puñado de elementos y átomos
interactuando. Nuestros hábitos, gustos, miedos, opiniones, etc. Son sólo el
software o programa adquirido o aprendido y va cambiando a lo largo de nuestra
vida. Podemos mejorar nuestra programación si hay virus que esclavizan y joden.
Alguna vez en la vida hace falta
resetear o reprogramarnos a fondo y no es un asunto fácil pues nos toca confiar
y elegir la escuela o programadores que nos traspasen nuevos programas
espirituales que funcionen bien y nos faciliten seguir vivos y sentirnos
capaces de confiar en nosotros mismos para llevarnos por la vida. La fase de
elegir en que programador confiar y la programación a instalar es difícil y en
la que se experimenta una gran soledad, aunque se esté rodeado de gente
familiar y conectado a whathapp todo el tiempo.
Por mi experiencia, puedo afirmar
que aprendiendo macrobiótica se aprende a ser programador antes de nada y luego
se va aprendiendo a utilizar los programas (filosofías, psicologías,
religiones, artes, etc.) si que acabemos muy deformados por ningún programa.
También aprendemos a desprogramarnos cuando los programas ya no nos son útiles,
fastidian o se han convertido en una ocupación de memoria sin sentido. Cuando
hay que hacer esas reprogramaciones por uno mismo, una vez aprendido, también
son momentos de soledad, pero en estos casos es voluntaria, deseada, necesaria,
buscada… No es una experiencia desagradable si no muy interesante.
Una vez desaparecidos los
maestros macro y de meditación que me
ayudaron a aprender a reprogramar he pasado una temporada algo colgado por la
confianza que representaba su existencia en este mundo, como cuando se muere un
padre o una madre para mucha gente. Hay una nueva generación de jóvenes
macrobióticos haciendo los esfuerzos que yo hacía a su edad y aprendiendo con
ese esfuerzo. Estoy muy contento con ello. Ahora le toca a mi generación
relajarnos en enseñar medicina, cocina y sas cosas y trabajar algo más en
filosofía y en mantener la espiritualidad macro o la confianza en que ser
macrobiótico no puede ser mejorado ni superado por nada, todo lo más, igualarlo
con otras formas que no se llamen macrobiótica. A fin de cuentas, los programas
se hacen con la palabra y la macrobiótica lleva a la zona anterior a la
palabra, como en los chismes informáticos, a los bits, a un 0 y un I, On-Of,
Yin Yang… Si los ingenieros informáticos aprendieran a transferir las
aplicaciones a si mismos, sin máquina externa, harían programas que
solucionarían mucho sufrimiento de este mundo en vez de estar programando sin
control de si va a beneficiar o fastidiar.
El programador macro experimenta
primero sobre si mismo y los que le rodean que le hacen de espejo. Si se
equivoca, no llega lejos y no fastidia mucho. Le toca ir corrigiendo para que
su programación no se vuelva sobre si mismo por haber perjudicado a otros.
El hacker llega mucho más lejos y
afecta mucho más, tanto en positivo como en negativo. Si se lo supieran aplicar,
harían un uso, como ya hacen varios, para destapar las miserias del poder
económico mundial. Así el enriquecerse, llevar un frac e ir de invitado a la
boda del nieto de Aznar, codeándose con berlusconis y otros espíritus
programados miserablemente, sería algo no deseable, como mínimo, cuando no
aborrecible. La gente aborrecería acumular riquezas, fama pseudo- placeres
sensoriales y desearía ayudar a los demás y al medio ambiente para acabar con
las guerras, miserias y desgracias, sin preocuparse ni desear reconocimiento ni
fama personal. Los corruptos devolverían el dinero y cambiarían su programa
personal para ayudar en silencio en vez del programa de robar, mentir, asesinar
y contaminar.
Gracias, tiempo de soledad! Por
permitirme estar un rato con mi espíritu y sentir satisfacción por ello en
forma de escritura. Ahora toca cocinarme algo rico y sano, con el mismo
espíritu. Seguro que sale algo que comeré con la misma satisfacción.
Hasta otro rato amigos.
José Luis Alcázar